martes, 30 de septiembre de 2014

La belleza de los amaneceres radica en su propia naturaleza.
Más allá de ser la luz el pincel maestro del universo,
sin amaneceres no habría tiempo…
sin auroras las flores no sabrían cuando abrir.
No hablo de un mundo de oscuridad, por el contrario
hablo de la luz eterna.
Un sol incesante, imperecedero…
Entonces se extinguirían nuestros ojos y todo lo viviente.
El sueño perdería su misterio y
los pájaros agotarían sus gargantas.
El giro detenido del universo, la muda expectación
del Dios que espera su puesta en marcha…
o que comprende agotada la secuencia.
Principio o fin perpetuo.
Sin ciclos la eternidad abrumaría,
no tendría interés alguno el cielo.

Acaso Dios pensó en eso….

martes, 26 de agosto de 2014


                             La migración se basa en el retorno.

Puedes irte muy lejos, con todo,
puedes aún llevar la familia contigo…
pero si llevaras también la memoria,
sabe que cuando se anda con la memoria encima,
es que se ha dejado algo
en el lugar de partida.
El recuerdo es el viajero
que regresa, compara, desdeña
 y en las alas del sueño
descansa en su tierra.
Aunque no le hayas prometido
a tu entraña el retorno,
inquieta rebuscará la vuelta.
El exilio era, antaño,
 el peor de los castigos.
Hoy voluntario se ha vuelto desde
 la lógica y la conciencia,
pero las invisibles raíces
han sido expuestas y repatriarse piden
y no por una división política,
de la que ellas no entienden.
Finalmente si no vuelves en vida,
verán unas cenizas que vuelan,
en apariencia erráticas,
sólo para quién no sepa…

miércoles, 7 de mayo de 2014

ECOS LEJANOS


No recuerdo como llegué, ni siquiera cuando, pero  podría deberse al tiempo que seguramente llevo en este pozo, y lo digo por la familiaridad que siento ya con el lugar o, mejor dicho, con la ausencia de él.
Estoy en absoluta oscuridad, al punto que a veces no estoy segura de tener los ojos abiertos o cerrados.
Creo recordar haber saltado hacia adentro, por eso le llamo pozo, por eso y por que he tocado cada una de sus paredes y no encuentro puerta alguna.
Se que tengo suelo. En él estoy la mayor parte del tiempo y un retrete al que me subo a veces, a tientas, para soltar mis desechos y otras tan sólo para estar sentada sobre algo diferente. Pero no tengo frío, ni tampoco calor… Llevo siempre la misma ropa, no quiero sacármela (aunque estaría más cómoda), por miedo (o esperanza) a que súbitamente alguien abra ese lugar por el que debo haber entrado. También tengo agua y la cañería por la que llega. Quepo de pié pero no me atrevo a subirme al inodoro o a la cañería, para saber si llego al techo, por miedo a que se rompan. Se que no tengo espacio para acostarme en el piso. Sólo tomo agua y cuando me paro cada día, me doy cuenta, no soy tonta, que la ropa, raramente, me queda cada vez más justa… Tengo una especie de enterito de algodón que se me antoja blanco y no llevo ropa interior.
Decía que debe hacer mucho tiempo que estoy aquí porque ya se si es de día o de noche por los ecos de voces humanas que llegan a través de las cañerías y los sonidos de los enceres que se atenúan y acentúa por espacios rítmicos que deben responder a cuando duermen y cuando están despiertos. Por  eso trato de dormir y mantenerme despierta también con ellos. Pero son tan lejanos que podría tratarse hasta de otra ciudad…
Aprendí a aguzar los sentidos para oír hasta el más débil de los ruidos y diferenciar vagos olores, de los que yo misma genero, nunca demasiado agradables.
Ya no tengo hambre, ni tengo frío ni calor ni cosa alguna.
Tomo agua sin sed, orino sin ganas…
Tampoco sueño (¿será por dormir sentada?).
No me queda nada… Suponiendo que alguna vez hubiese tenido algo, pero la verdad es que no lo recuerdo.
Respiro rítmicamente…respiro profundamente…respiro aceleradamente…raramente respiro…
Mi mayor entretenimiento es recorrer mi cuerpo, registrando cada centímetro, cada pliegue o arruga, cada bello, cada marca, reconociéndome ya de memoria, o sea, sabiendo lo que voy a encontrar antes de llegar y sorprendiéndome con las diferencias, seguramente producto de un envejecimiento prematuro.
No hay vuelo.
Clavo  a veces la mirada en un punto y ahí sin ver me pierdo en quién sabe que entelequias que no entiendo, como si fuera otra dimensión, otro mundo, pero tan vacuo como éste.
Podría ser ciega, no crean que no lo he pensado, pero tengo mi cuerpo y este otro cuerpo que es este lugar que no concibo, aunque es sin duda límite y encierro.
Está cayendo el silencio, como un manto nocturno sobre mis pensamientos.
A quien le hablo, me pregunto, aunque lo haga en silencio. Es que no quiero que sepan que pienso.
¿Quiénes? No lo sé… pero justamente por eso. Cómo ignorar con quién se comparten los pensamientos.
Los ruidos no cambian, la oscuridad es inmutable, al igual que mi silencio.
Tengo la referencia de que me crecen las uñas y el pelo. Claro que podría estar muerta, son todas éstas condiciones propias de ese estado, pero tomo agua. Los muertos no toman agua… creo…
He pensado que no necesito saber mi estado, pero la mente inquieta es la que pretende sacar conclusiones, resolver acertijos, mantenerme entretenida supongo, por eso la dejo.
Y si en el mundo ha caído una bomba atómica y yo quedé encerrada en algún tipo de reducto inmune a la radioactividad, pero afuera ya no hay nadie…
Entonces rememoro los acompasados sonidos y la teoría  se cae casi por completo.
Podría estar presa en un pozo de castigo de una cárcel, o perdí la cordura y estoy en una institución psiquiátrica. En ningún caso tengo memoria después de llegar aquí.
Nadie me alimenta, ni me medica, ni se ocupa de mí en absoluto.
Estoy sola…
Estoy a oscuras…
Tengo provisión de agua…y pocas necesidades físicas, aunque no coma.
Me he masturbado alguna que otra vez, también discretamente, por las dudas aquello de que escuchen o abran de pronto.
Me he hecho de rutinas sencillas porque, no se como lo sé pero sé, que dicen que son necesarias para mantener la cordura.
Si bien percibo un acento de tristeza de fondo, no sé cuál es la sensación que me predomina.
No, no puedo individualizarla/s.
¿Y si gritara pidiendo auxilio?
Comprendo que no tengo registro del sabor de los alimentos, o del contacto con otro ser y aunque lo negara hasta ahora, debo aceptar que tampoco tengo dientes…
Es sobrecogedor pero cierto.
Lo doloroso no es la experiencia, lo doloroso es  la memoria y yo no la tengo.
Así día tras día en una infinita soledad…siento como si el espacio fuera cada vez más pequeño, más agobiante, de mayor encierro.
¿No pesará la conciencia de mi carcelero?
Desde que tengo registro de los sonidos externos, también he contado los silencios y si no me equivoco, van doscientos cincuenta.
Extiendo los brazos y el límite parece moverse, no me pregunten cómo, pero estoy segura que me queda poco tiempo aquí, es la celda la que desea echarme, son estas paredes las que ya no me resisten, no yo a ellas…
Seguro conozco la palabra miedo pero es tan solo una palabra…
¿Y si soy parte de un experimento?
Los sonidos llegan ahora más fuertes.
De pronto la pared está cediendo, alguien la está rompiendo, literalmente.
Me agazapo contra un rincón, es mi espacio, bien lo conozco.
La pared se abre por completo, cierro los ojos, ya no puedo encogerme más, no tengo donde esconderme. Llegan hasta mí unas manos y me jalan con violencia.
La ropa ya no alcanza tengo frío, me quedo sin agua. Apenas abro los ojos los cierro por la intensidad de la luz. No, no soy ciega, pero no veo.
Siento que todo da vueltas, me cuelgan cabeza abajo, me golpean, luego me colocan contra una plancha de metal, la palabra miedo cobra tridimensionalidad, al igual que el mundo que me rodea, tengo mucho frío, me giran para un lado, me giran para el otro.
Me encierran en una especie de tela gigante, me cubren la cabeza.
Los seres que me rodean son gigantes, todos me miran, algunos lloran.
Me saludan, me hablan, no entiendo nada, no los conozco, no me interesan y sin embargo me nombran, me aprietan y me sueltan, apenas puedo verlos después de tanta oscuridad, pero ellos no lo comprenden.
Comienzo a tener hambre y sueño y dolores en el cuerpo…
Y yo que pensaba que el calvario era ese encierro…