martes, 18 de junio de 2013

¿Qué nos hiciste Mangeri? cuento de Gloria Antón


Hace unos quince años enganché el laburo de la portería.
Desde entonces mi vida desordenada  y nómade se organizó con rutinas de horarios, saludos y tareas.
Después de haber cortado caña en Tucumán desde los seis años, y algodón del Chaco desde los doce y tantas otras burradas a las que sometí a mi cuerpo, mal comido o mal dormido muchas veces, barrer un poco, sacar la basura y resolver los problemas de cueritos de alguna que otra canilla eran una nada.
Dormir todas las noches en cama blanda, con techo de yeso en lugar de estrellas (o nubarrones como tantas veces), comer a diario una comida bien hecha que da ganas de ser comida y una cantidad de guita cada fin de mes, me habían convertido en un “bacán”.
Llevaba dos heridas en mi vida que no podía sanar, una era la de mi vieja a la que nunca le pude dar algo parecido a lo que yo tengo ahora. La pobre nunca salió del rancho más que para trabajar de sol a sombra y se murió encorvada a los cincuenta como si tuviera ochenta, y la otra es la de la Celia, la única mina que me bancó cuando todavía daba tumbos de changa en changa y vivíamos en pensiones que cambiamos cada vez que se acumulaba la deuda y no nos aguantaban más. Ella si me aguantaba, ella era de fierro.
Llegó a conocer este departamento, pero lo disfrutó poco, menos de un año. Tanta comodidad la asustó y el corazón no le aguantó. Se me murió en los brazos, fue la única vez que no me dio el gusto. Le rogué que no se fuera, que no me dejara, pero se murió igual.
Me costó, pero la obligación diaria, los vecinos, los amigos de la cuadra, Pancho el de los diarios, Luis el sifonero y Juan el del bar de la esquina me ayudaron mucho.
Pero por sobre todo me ayudó Marita.
La del primero D,  Alicia, sufría  las palizas del marido. La fajaba siempre, pero más cuando estaba embarazada. El tipo era un cobarde,  cuando nació Marita no se bancó que le dijeran que no iba a poder caminar nunca por algo en la cadera, culpa de las palizas que le daba a la mujer.
Por un lado fue bueno que se fuera, por lo menos esta mina empezó a vivir en paz.
Cuando Marita  tenía tres años, a Alicia la echaron del laburo y no le pudo pagar más a la chica que le cuidaba la nena. Después  le ofrecieron laburar en un hotel como telefonista de noche, y se le complicó.
Cuando me lo contó llorando, me dio no se qué, entonces me ofrecí, “mirá” le dije, “yo por las noches duermo, si ella también duerme la podes dejar en casa.
La miro, le doy de comer lo que vos me dejes y le hago la leche a la mañana”.
“Usa pañales”  me dijo con miedo y secándose las lágrimas.
¡Que se yo!… yo no había puesto un pañal en mi vida, pero no la podía dejar en la estocada. “Si me enseñás la cambio”.
De esto hace cinco años. Marita sigue sin caminar pero la llevamos al baño con la silla de ruedas y se arregla sola.
Es la luz de mis ojos. Espero que si Alicia se engancha con alguien no se vayan.
Soy el padrino de ella y también si yo me llego a juntar con una mina, quiero que entienda que me siento, no como el padre, pero si como el tío de la piba.
Con la madre cero onda, no es que no lo haya pensado, pero no puedo evitar compararla con Celia y no me da…
Ayer a la mañana estábamos en el departamento de Alicia y yo la ayudaba a levantar a la nena para pasarla a la silla de ruedas,  porque los sábados la lleva a masajes y justo en la tele dijeron que el asesino de la chica que apareció muerta en la basura, era el portero del edificio y una vecina declaraba al micrófono  que no lo podía creer, que parecía un santo el tipo, que la conocía desde los seis años...
Nos quedamos congelados, con Marita alzada en el medio de los dos, entonces la miré y sus ojos aterrorizados me decían: “¿no serás un Mangeri vos no?”
Se me aflojaron las rodillas y pensé  ¿Como te juro que no…? .

viernes, 7 de junio de 2013

La semana de la vida


Domingo naces
Lunes te alimentan
Martes te despiertas
Miércoles trabajas
Jueves te preocupas
Viernes te relajas
Sábado descansas
Domingo te despides.


El viernes de la vida

El común de la gente esperamos el viernes por ser señal de descanso, de esparcimiento.
Angustia de saber lo poco que dura porque rápidamente el domingo deviene en lunes otra vez. Nuevamente la rutina de esperar el viernes.
El viernes de la vida representa ese momento del descanso, de girar la cabeza y ver la propia semana, dura poco como un fin de semana y como tal puede disfrutarse, pero tiene una pequeña diferencia con los  anteriores y es que no habrá uno siguiente.
Hay quien niega el viernes, tratando de permanecer en un eterno jueves, tal vez creyendo que así postergará el domingo…, pero los días son inexorables y uno tras otro llegan y se van aun sin desearlos, pensarlos o saberlos.
Por eso sólo se siente que se ha vivido cuando, mal o bien, aceptamos el día en el que estamos y nos deshacemos de la espera.