lunes, 23 de septiembre de 2013

Juan Clave


Para empezar a cobrar el sueldo por cajero automático, Juan se vio ante la insólita novedad de tener que habilitar una clave de cuatro dígitos. Era hasta satisfactorio tener un número privado para acceder a algo tan preciado. Pensó en el año de nacimiento del primogénito o el día y el mes de la niña . Tal vez la fecha de casamiento. Tanto pensó para no discriminar a ninguno de sus dos hijos que optó por el día de nacimiento de cada uno: 16 por el varón, 01 por la nena: 1601 era su gran clave de acceso al  dinero del su haber mensual.
En cuanto tuvo su PC en la oficina le pidieron que colocara una clave de seis dígitos para reservar toda su información: juan55 (no será original pero es la cantidad requerida)
Al poco tiempo se compró un teléfono celular. Relindo, toda una novedad para el, pero en realidad ya estaba comenzando a masificarse. Resulta que el “celu” le pedía una clave de bloqueo, entonces no se le ocurrió mejor idea que usar ahora los meses de nacimiento de sus hijos: 10 y 08: 1008 para el celular, 1601 para el cajero.
Cuando recibió su primer mensaje, excitado quiso escucharlo, pero una voz monocorde le pidió la clave. Sin comprender siguió todos los pasos que le pidieron y quiso poner la misma que para el bloqueo, pero la voz le dijo nones, debía ser diferente, bueno a la apurada su año de nacimiento: 1955. Cuando logra llegar al mensaje: “beeep…silenció….no tiene más mensajes, para escucharlo nuevamente presione 1…”
¡Qué chasco! estaba vacío…pero ya tenía tres claves: 1601, 1008 y 1955, eran fáciles de recordar…
La novedad comercial era que la tarjeta de débito se podía usar para compras, así que lo intentó. Señor marque su clave, le pidió la vendedora extendiéndole un aparatito, Juan marcó 1601, la chica le retiró el aparato, se quedó mirándolo y le dijo: me da error, márquela de nuevo. Error otra vez. Pero estoy seguro que es la clave del cajero. “No señor, la clave para pagar es distinta a la de sacar plata”. “Peló” avergonzado su billetera y pagó en efectivo. Menos mal que tenía encima.
En la oficina averiguó como era. En el cajero, en la tecla claves, luego obtención de claves, después pagos por débito, entonces digitó el año de nacimiento de su esposa: 1960 (dos veces). Pero al salir de esa opción le apareció un cartelito que lo conminaba a seleccionar una clave alfabética, entonces, así sólo frente al aparato y con una cola de cinco personas resoplando detrás, se hizo la gran pregunta: ¿que mierda pongo que después me acuerde?, má si, pongo el inicio del nombre de mi señora “SIL” -en continuo homenaje a la cónyuge-.
Salió apurado y colorado, dudando un poco de haberlo hecho bien. Caminando cabizbajo hizo un repaso mental: 1601, 1008, 1955, 1960 y SIL. Sospechó que tenía que empezar a anotar todo esto, así que cuando llegó a su casa tomó una vieja libretita y prolijamente dejo las claves asentadas.
Un par de meses después no recibió el resumen de su tarjeta por correo por lo que llamó al banco. Una nueva voz monocorde le indicó que debía tener una clave telefónica para poder operar, sin embargo en la opción décimo quinta estaba la posibilidad de hablar con un operador así que durante un buen rato escuchó “lo sentimos, todos nuestros operadores están ocupados en este momento”, hasta que surgió la voz humana. “Señor le voy a hacer unas preguntas y luego le voy a pasar para que cree su clave telefónica para operar” Yo sólo quiero saber el monto y la fecha de vencimiento de la tarjeta por que no recibí el resumen. “Si señor, entendí, pero le formulo unas preguntas y luego le paso, tenga en cuenta que la clave es válida sólo por un día, luego debe ir al cajero y sacar una en claves, opción banca telefónica. Después de varios datos, le pasó al disquito de nuevo, colocó 1234 (para hacerlo fácil), pero el sistema le dijo que no podían ser números correlativos, entonces puso su día y mes de nacimiento 0405, y así pasó a la información y pudo ir a pagar la tarjeta por cajero automático. Pero al hacer la clave para banca telefónica tuvo que cambiar la ya usada y en un destello de inteligencia la dio vuelta  0504 -bien yanqui mes y día del natalicio-.
Comentándolo en la oficina, un compañero le sugirió que hiciera una clave de homebanking para poder pagar todo desde su casa.
Para eso tenía que hacer lo que venía postergando aún ante la insistencia de sus hijos.
Se tenía que comprar la computadora. Un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer, se dijo, y la compró nomás.
Clave de acceso: vaah, la misma que en la oficina, total qué saben: juan55.
La del homebanking ya es otra cosa, seis dígitos, es para pensarla: 195505 (mes y año de nacimiento, bien). Eso en el cajero, pero cuando llegó a la compu en casa le pide usuario, ¡qué se yo! murmura: Mateos, bien ahora la clave que obtuvo en el cajero, y el le dice: “debe actualizar su clave”, bien, a ver “Lauras”. Pero surge el mensaje: “La clave debe ser alfanumérica”, bien… Laura1, sigue la máquina: “clave de seguridad baja”, LAUra1. ¡¡¡¡Por fin….!!!!..Quien se puede acordar de esto, entonces Juan anota todo prolijamente, sin sospechar que a “Mateos” lo empezó con mayúscula. Ya lo penaría.
Con el último aumento de sueldo Juan debe presentar declaración jurada de Bienes Personales, así que necesita una clave fiscal de cuatro dígitos, igual que para vender la “bici” vieja de Mateo por Internet, o consultar la factura del celular, o la SUBE, porque le parece que el último colectivo que tomó le “comió” crédito y además ahora tiene mail y la primer dirección que quiso sacar estaba usada y la segunda y la tercera, así que quedó JUA_%%&55@....., menos mal que la clave fue más fácil: silvia.
Justamente Silvia se enteró por una amiga que se pueden cambiar los puntos de la tarjeta, entonces le pide a su marido que entre al sistema para consultarlos. Juan, seguro de tener las claves necesarias, entra decidido a la computadora, clave principal, clave secundaria nueve dígitos, telecódigo cuatro dígitos. ¿Y si no cambias puntos?, “pero Juan dicen que hay unas cosas bárbaras”. Llega a ver los puntos, los relaciona con los premios y le da para un baucher de $20 a cambiar en un negocio de electrodomésticos, ¡pero eso no alcanza para nada!, bueno quizás en un par de meses llegamos a un tostador eléctrico, “si vendría bien, ¿no?”, sale del sistema con dos claves más que sospecha que no volverá a usar…
La suma de modernosos elementos personalizados, los equívocos en el tipeo, que obligan a renovar las claves una y otra vez, los continuos pedidos de actualización propios de las empresas, llenaron la libreta de tachones y el espíritu de Juan de un cansancio raro, ese cansancio con ganas de llorar…
Estaba agotado de horas de contestadores automáticos, sistemas lentos o colgados, accesos denegados, y una exigencia mental por encima de lo necesario para sobrellevar esta “nouvelle époque” que nos prometió la tecnología para tener más tiempo para disfrutar de la vida.

jueves, 19 de septiembre de 2013

LA VERDAD

El lápiz de la VERDAD yacía sobre la mesa deseoso de una mano que lo sostuviese. El libro a su lado, laxo, dormido –que había nacido como cuaderno, pero a fuerza de ser ocupado, alcanzó la máxima categoría de libro- parecía sin vida.
La habitación permanecía en absoluto silencio,  sólo una pequeña lámpara luchaba contra las sombras.
El lápiz ansiaba una mano, izquierda o derecha, no importaba demasiado, porque su misión se veía truncada sin ella. Llamó al libro, pero éste no acusó oírlo.
-¿Que te pasa? ¿acaso ya no tienes páginas para mi?. ¿ya estás pleno, satisfecho?
Lo gritó con tal fuerza que al pobre cuaderno no le quedó más remedio…
-Siempre habrá un espacio para ti, amigo, ¿pero es que no se puede dormir un poco?
-Estoy ansioso…
-Claro, si no se nota hombre…
-Sabes que no puedo hacer otra cosa que dibujar la verdad y tu has sido un maravilloso lugar donde hacerlo, sin embargo desde que el fulano se ha cansado….
-Pero si me mostró hasta el agotamiento y nadie más quiere verme…
-Ábrete y veremos…
El cuaderno-libro hizo un ingente esfuerzo para levantar la tapa de roca y quedar expuesto en una página aún en blanco.
El lápiz no podía en sí de alegría. -Le vamos a dar una lección a ese cobarde, ya va a ver-decía.
Se balanceó sobre su punta como en un columpio, hasta lograr el equilibrio necesario.
Monto al cuaderno y comenzó a moverse como un verdadero experto sobre el papel.
-Espera un poco, pidió el cuaderno, me duele tanto trazo fuerte. Además quisiera saber que dibujas.
-La verdad de nuestro dueño: una gallina. El creía que sería admirado, querido, por dibujar la verdad, y cuando no fue así renunció, nos condenó al ostracismo, a la oscuridad. ¿quién quiere saber la verdad? A nadie le gusta la verdad. Pero alguien debe mostrarla, decirla… y si él anda llorando por los rincones, nuestro deber es recordarle quienes somos. No meros instrumentos de su mano, somos servidores de un creador superior. Y él? cococo, cococo; no es más que una gallina temerosa por no ser querida y aplaudida…. No merece el don…
- Bueno, bueno, que somos de la familia, a mi no me escribas en ese tono…
-Está bien, si no quieres una gallina, llevémoslo a votaciones.
-Pero si somos dos…
Se abrió la puerta del cuarto y se hizo silencio, salvo por el lápiz que golpeó la mesa al caer con toda su "humanidad".
El joven se les acercó no pudiendo dar crédito a sus ojos: media gallina lo observaba desde el cuaderno, batiendo un ala y unas letras sueltas:? CO? A? D E… ? ?
Sacudió la cabeza, frunció el ceño y le nació una punzada de dolor desde lo más hondo, porque no podía ignorar, que fuere lo que fuese, era la VERDAD