jueves, 20 de octubre de 2011

EL TELONERO


Estaba detenida en un semáforo observando con vista perdida unas palomas que despedazaban angurrientas los restos de una porción de pizza, cuando la patente de un auto se iluminó ante mí. Al tratar de verla bien se perdió en el tránsito, bastante pesado a esa hora del mediodía. El semáforo había cambiado y yo en Babia.
Aceleré para emparejarlo. El color coincidía y el modelo, a pesar de mi ignorancia al respecto, me pareció que también. Pero la patente no podía ser…
Ese auto lo tenía mi hijo a 2000 kilómetros de distancia. Salvo que hubiera venido de sorpresa. La idea me entusiasmó.
Cuatro cuadras después lo divisé unos coches más adelante.
El siguiente semáforo nos detuvo a poca distancia uno de otro.
Verifiqué la patente: era la misma sin duda. El auto también, pero al volante, escondida tras el apoya cabeza, donde hubiera dado bastante por adivinar los rulos de mi hijo, parecía estar la melena de una mujer. Decididamente no eran rulos.
Quería bajarme e ir caminando, pero era una locura en ese tránsito. Además si no era mi hijo tenía que ser un auto “mellizo”, de esos que roban, les copian la patente y los papeles de otro legal para poder usarlos por la calle. Entonces sería peligroso increparlo.
El asunto me intrigaba soberanamente.
Arrancamos y era tal la congestión que no podía acercarme. Me di cuenta que estábamos llegando a mi calle, pero sentí la necesidad de seguirlo solo unas cuadras más para ver si lo alcanzaba.
En el siguiente semáforo volvimos a quedar con un par de autos en el medio, pero el nuevo ángulo me dejaba ver un poco más. Si, decididamente era una mujer. Tenía el cabello largo con reflejos o claro. El color en realidad se parecía al mío, así como el largo.
Avanzamos y me decidí a hacer una maniobra medio brusca. Los bocinazos llamaron su atención y giró apenas hacía atrás.
¡Noooo!, ¡no podía ser!, ¡de ninguna manera!, ¡bajo ningún concepto!… Quedé shockeada.
¡Acababa de ver mi cara en la de ella!.
No se si frené, aceleré o le inventé un pedal más al auto… me insultaron en cuatro idiomas, pero qué puedo decir, nada me rescataba de esa imagen. Ahora sí tenía que alcanzarla a como diera lugar.
Con el lío que armé ella logró escaparse más de cien metros. Tenía que remontar esa distancia así que aceleré…
En la esquina dobló. Esa era “mi” esquina, “mi” calle, la de “mi” casa.
Pero dentro del barullo mental supe que en la siguiente nos encontraríamos en el semáforo.
Así fue.
Quedamos un auto pegado al otro. Una al lado de la otra. Era yo sin duda.
Me miré pero no me reconocí, como si no existiera…
Llevaba una blusa que había usado el año anterior pero me veía igual.
Yo me miraba desde la otra ventanilla sin verme.
A mí me temblaban las piernas (a ella no se), no me atrevía a bajarme como hubiera debido hacer para preguntarle algo, pero ¿qué?, ¿qué se le puede preguntar a una en esas circunstancias?, especialmente cuando “una” ni nos registra. La verdad es que no pude reaccionar. La inmovilidad de la sorpresa y la inverosimilitud de la situación me impedían hacer cualquier cosa… había quedado congelada mirándome…tratando de entender…
Ella finalmente arrancó, pero una milésima de segundo antes me esbozó una sonrisa, una de esas sonrisas que suelo poner cuando me debato entre la ironía y la picardía. La vi  y la sentí en los labios, en los dientes, en los pómulos, en el alma.
Luego dobló, abrió el portón del garage con “mi” comando y entró.
Esta parte de mi que relata siguió con el semáforo en verde hasta que alguien que, obviamente, nunca se había encontrado con si mismo, insistió a bocinazo puro para que saliera del embrujo. Doblé, alcancé el portón aún abierto y cuando ya discutía mentalmente a cual de las dos le correspondía la única cochera, advertí que no estaba.
Se había esfumado, desmaterializado cuando desapareció de mi vista.
Seguramente alcanzó a dar vuelta a ese fino telón que divide las dimensiones temporales.
Sin duda el telonero se había distraído.
El mismo lugar y la misma hora habían sido el escenario.
Una y otra vez lo recorro buscándome, aun así se que no me volveré a ver, pura y exclusivamente por esta sensación ficticia de integridad que nos mantiene cuerdos.
  


martes, 11 de octubre de 2011

SUEÑOS BUSCADOS (cuento)

Tal como cualquiera puede cazar mariposas, con una simple red y un par de frascos en el bolsillo, él encontraba sueños perdidos.
La gente no tiene la menor idea con la facilidad y la inconciencia con la que anda perdiendo sus sueños por ahí.
Medio despistados por estar sueltos, en general, después de haber permanecido mucho tiempo en algún recóndito lugar, suelen caer fácilmente en las redes de este coleccionista que incapaz de tener los propios guarda los ajenos.
Finalmente son sueños que nacieron con destino de incumplirse. De lo contrario no andarían así flacuchos, perdidos por las esquinas del mundo, sin fuerza siquiera para remontar vuelo.
Sueños de pobre…
Como hijos nonatos, algunos abortados sin querer y otros porque no hay más remedio… no se pueden alimentar tantos a la vez.
El los guarda en pequeños frascos trasparentes sin etiquetar y los apila en estanterías poco iluminadas, ya que descubrió que la luz los hace crecer y eso de andar cambiándolos a envases más grandes era todo un problema.
Algunos frascos parecen vacíos pero si uno observa bien puede ver que sobre el fondo, como seca figurina de gelatina, descansa el sueño.
Personalmente le participé mi preocupación, ya que en mi infancia había mariposas por doquier y de tanto que las cazaron hoy en día es muy difícil ver alguna, entonces ¿pasará lo mismo con los sueños?.
El me dijo que en realidad en los últimos tiempos le ha resultado cada vez más fácil conseguirlos, si bien son más pequeños y grisáceos.
Me confesó que soñaba –vaya la ironía- con encontrar uno a todo color, el más grande y luminoso que hubiera visto jamás, pero que como iban las cosas cada día que pasaba parecía más improbable.
-¿Sabés que los sueños tienen ADN? me preguntó entusiasmado con voz de experto.
La verdad es que no tenía ni idea y así se lo dije.
-Técnicamente yo no robo, porque la gente los pierde, pero si alguien quisiera recuperarlos podría saber cual es el suyo con una simple prueba. ¿Querés ver?
Yo me imaginaba una prueba de laboratorio sobre la sangre pero ¿los sueños tienen sangre? Se rió y me llevó hasta una de las estanterías. Me hizo parar frente a una línea y de pronto un frasco se iluminó, como si alguien hubiera encendido una lamparita dentro de la misma botella. ¡Ah! ¿Qué fue eso?.
-Eso es que reconoció el ADN, el tuyo. Lo remarcó por si yo no había entendido.
Se me apretó el pecho. La verdad es que no lo reconocí, pero inspiraba mucha tristeza por opaco y pequeño, fuera de quien fuese. Me corrí hacia un lado, él se apagó y ningún otro se encendió, seguí un poco más a la derecha y nada. Volví y se encendió nuevamente. Me acerqué para observarlo y se iluminó un poco más.
Tenía una extraña forma, poco y nada de color y observarlo intensificaba mi sensación de ahogo, pero mi memoria me fallaba. ¿Qué sueño era ese, que no podía identificarlo?
El experto salió al cruce. Me explicó que debía tener unos veinte años, que los que tienen esa forma suelen relacionarse con el viajar…
Viajar… si, alguna vez me había gustado la idea de conocer un par de lugares…
Pareció que el sueño se hubiera puesto de pie, aunque no estoy muy segura. Algo en él cambió.
-¿Dentro de tus sueños de hoy no cabrá este?
- Viajar hoy, no se, lo que pasa es que no puedo por el trabajo, la plata, que se yo, tengo tantas otras prioridades…
-Mira, si vos querés te lo devuelvo, total tengo tantos, y además en poco tiempo no quedará nada de él.
 - No, mejor no – Volvió a encogerse, aunque seguía con luz.
- Como quieras…

Me alejé un poco triste dándole un último vistazo a eso que quedó como…como quién se está muriendo otra vez… pero yo que iba a hacer con un sueño de esos a esta altura. Tengo muchas cosas serias en que pensar…

 

EL NO TIEMPO

El portentoso pasado se reduce a un pálido ayer.
La magia litúrgica de esta actualidad presentista ha desvirtuado sensiblemente el concepto básico de una sociedad con tendencia al anclaje místico.
Idealizado, entronado en la falsedad de la sabiduría y la verdad, el Fastuoso Pasado se empequeñece, reduciéndose a cenizas.
El futuro… el futuro es sólo un terreno incierto, impropio, al que desbocadamente nos dirigimos sin norte y sin conciencia.
Es que no hay tiempo, ni para recordar, ni para proyectar…
Si algo se le ha acabado a este sistema, a esta ficción, es el tiempo, que se desdibuja como el holograma fantástico de la destreza de un Dios hermético.
El tiempo tenía un plazo, una cuantía de su mísera materia horaria y caducó.
Vaya ideograma, propio solo de una deidad.
Sin pasado y sin futuro ¿qué nos queda?
Tirano le llamaban.
Pues bien se acabó la tiranía y ahora Humano ¿qué hacer con la libertad?
Qué hacer con el momento del que disponemos, con el efímero, precario, fugaz momento, del que cuento cuando ya se está yendo, el de la parábola del agua entre las manos. 
Solo a él lo poseemos,  solo él es permanente y por ello eterno.

Rocío de Dios

Hombres: gotas de rocío de Dios bañando la tierra en eterna mañana.
Diminutos reflejos temerosos  de la extinción.
Pensamientos vertidos sobre la creación,  para dotarla de movimiento y cierta alteración necesaria para mantener el justo equilibrio.
Leyes andantes cumpliéndose por doquier.
Vibración sutil superando la dualidad. Energía angélica de protección y amor. Las virtudes teologales nutriendo los surcos… 
Devenir de ideas conformadas superándose a si mismas.
Cascada de efectos donde cada uno es eslabón superador de su misma cadena.
Una más uno para un nuevo Ser, siempre la generación dando vida para la vida y más vida.

La misma iconografía que sucede y homenajea la forma.
El espejo que redime y que ofende, según la mirada.


Inclino la oreja y devuelvo al mundo las palabras non gratas.
Parpadeo al mismo efecto y me vacío de imágenes dolorosas.
Extiendo las manos vibrando en caricias-
Con los brazos abiertos me dispongo a los abrazos negados.
Supongo olvidos para no invertir en reproches.
Siembro semillas del árbol de la vida y recojo los tibios albores de la vejez en un cuenco de bronce, con maravillosos cantos de míticos pájaros que anidan en sus ramas doradas.
Soy más que la mezcla que me forma, soy más que la conciencia que me describe…

Soy una de esas gotas de rocío divino…