miércoles, 25 de febrero de 2015

¿Cuándo ves un espejo?
Cuando te ves.
Los espejos no existen por si.
 Sólo son los reflejos del mundo que deambulan por la nada, hasta encontrar un lugar para anclarse - el ancla, bien nacida, es quietud- , pero la naturaleza de los reflejos es el movimiento.
Vanos y antiguos los espejos, se alimentan de supersticiones que les asignan poderes que en verdad no tienen. Son mera imitación de la luz y el agua. Pero contrariamente a éstas, no tienen vida propia. Están llenos de los que se les muestra y vacíos sin miradas.
Los reflejos tampoco están vivos,  pero al menos contienen la energía necesaria para bailar por el espacio hasta desvanecerse como pompas de jabón.
Son la efímera fotografía de un instante y el otro y el otro –pura definición de eternidad-.

Y nosotros que ansiamos reconocernos en  nosotros más que en los otros, multiplicamos las anclas, en fútil intento de perdurar más que nuestros reflejos.

martes, 20 de enero de 2015

A las puertas de la casa de Dios, las escaleras sucias llevan primero a los cuerpos más sucios aún, cubiertos por raídas mantas.
 Los guardianes, hartos de alcohol y droga, duermen hasta altas horas de la mañana. Cuando despiertan, repiten como un interminable mantra  “una monedita….una monedita…”
Casi nadie los ve, casi nadie escucha su letanía…Tan sólo a veces, por limpiar las suelas, un bolsillo se abre y cae una moneda. Metales que no salen del corazón, metales que apurados  y molestos se desprenden de la  autocomplacencia.
Sorteando este “inconveniente” y con las suelas, tan o más sucias que el alma, puede accederse a la divina casa.
Una vez que se traspasan las puertas, en general uno se encuentra con que Dios ha salido, dejando algunas fotos y algún amigo que lo representa.
Viaja mucho y es difícil encontrarlo. Claro con todo un mundo que lo reclama…
Entonces uno se sienta –porque asientos siempre sobran- y espera…
Escucha hablar al amigo sobre El y uno también le  habla… pero El no llega.

De salida otra vez la letanía…, las sucias escaleras y ese mundo  que suele dar las espaldas a las iglesias vacías…