martes, 30 de septiembre de 2014

La belleza de los amaneceres radica en su propia naturaleza.
Más allá de ser la luz el pincel maestro del universo,
sin amaneceres no habría tiempo…
sin auroras las flores no sabrían cuando abrir.
No hablo de un mundo de oscuridad, por el contrario
hablo de la luz eterna.
Un sol incesante, imperecedero…
Entonces se extinguirían nuestros ojos y todo lo viviente.
El sueño perdería su misterio y
los pájaros agotarían sus gargantas.
El giro detenido del universo, la muda expectación
del Dios que espera su puesta en marcha…
o que comprende agotada la secuencia.
Principio o fin perpetuo.
Sin ciclos la eternidad abrumaría,
no tendría interés alguno el cielo.

Acaso Dios pensó en eso….