viernes, 9 de septiembre de 2016

La culpa es de Gutemberg

La práctica perdida.
La herrumbrada costumbre.
Los dedos acariciando teclas,
en plena era de pianistas.
Con lo linda que es la palabra "manus-crita"
Un segundo de descuido y adios...
hacemos algo no previsto.
Los dedos responden a quién sabe que designios
y vuelan sin ser vistos hacia la pena
dibujando un poema
o hacia la alegría con una oda primaveral.
Lo cierto es que desde Gutemberg
nadie lee la mano del autor,
en cambio leemos desde infinitas transcripciones
que la reducen a un nombre en la tapa.
Letras que podrían ser de cualquiera,
sostenidas en prolijas filas,
y adecuadamente numeradas,
multiplicadas infinidad de veces
y a velocidades imposibles.
Con él, creo, comenzó la globalización,
esa que derivó "en hágalo ud. mismo"
y finalmente en esta red virtual y cuántica
que nos atrapa y nos devora, en su famélica telaraña.