La práctica perdida.
La herrumbrada costumbre.
Los dedos acariciando teclas,
en plena era de pianistas.
Con lo linda que es la palabra "manus-crita"
Un segundo de descuido y adios...
hacemos algo no previsto.
Los dedos responden a quién sabe que designios
y vuelan sin ser vistos hacia la pena
dibujando un poema
o hacia la alegría con una oda primaveral.
Lo cierto es que desde Gutemberg
nadie lee la mano del autor,
en cambio leemos desde infinitas transcripciones
que la reducen a un nombre en la tapa.
Letras que podrían ser de cualquiera,
sostenidas en prolijas filas,
y adecuadamente numeradas,
multiplicadas infinidad de veces
y a velocidades imposibles.
Con él, creo, comenzó la globalización,
esa que derivó "en hágalo ud. mismo"
y finalmente en esta red virtual y cuántica
que nos atrapa y nos devora, en su famélica telaraña.
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